lunes, 28 de marzo de 2016

La crucificción que nunca existio



por Horacio Velmont


Es un hecho archisabido que cuanto más grande es la mentira, más fácilmente será creída, y también que cuando una mentira se reitera a través del tiempo termina por transformarse en una verdad incuestionable. Estos artilugios fueron muy bien utilizados, como todos saben, en la época Nazi.


Ninguna duda cabe que la mentira más grande en la historia de la humanidad -no se me ocurre otra- ha sido la existencia de un gran maestro llamado Jesús que caminó en la tierra hace dos mil años y murió crucificado.


Pero detengámonos un momento aquí. ¿No es que cada uno recoge lo que siembra porque la siembra es voluntaria y la cosecha obligatoria? Si se trata de una ley inexorable, ¿qué pudo haber hecho Jesús de malo para tener que tener que pasar por ese suplicio? Porque a “contrario sensu”, si hubiera sido un dechado de virtudes, esa ley inexorable nunca podía haberle impuesto morir crucificado. ¡Jamás!


Si tal cosa fuera cierta, es decir que un ser virtuoso puede terminar crucificado, eso significaría que la ley de causa y efecto no sería inexorable sino puro azar, y la madre Teresa, sin importar que haya sido un ejemplo de amor por sus semejantes, en lugar de ir al Paraíso puede haber ido a parar al Infierno. ¡Un total disparate!


Por otra parte, ¿qué ejemplo estaría dando al mundo un Maestro de la talla de Jesús que permitiera ser azotado como un vil criminal y después colgado de un madero como un vulgar muñeco de trapo?


Sin embargo, todos hemos aceptado esta historia sin ningún cuestionamiento, algo que no dice mucho en favor de la raza humana, porque somos lo más parecido a un rebaño de ovejas.


Naturalmente que detrás del invento de la crucifixión está el truco de hacernos creer que no debemos rebelarnos contra la autoridad porque para ir al Paraíso debemos ser mansos y permitir que nos humillen e incluso que nos maten. ¡Y supuestamente Jesús es el mejor ejemplo! ¿Cómo hemos podido tragarnos un sapo así?


¡Si pongo la otra mejilla no me queda cara!

Incluso se le hizo decir al Maestro, y es una de sus “enseñanzas” más sugestivas, que cuando nos pegan en una mejilla debemos poner la otra. ¡Jamás pudo haber dicho algo así!

Jesús, si bien era un ser pacífico, también era un guerrero que portaba espada y defendía su vida. Si no lo hubiera hecho, los secuaces de Herodes ya lo hubieran asesinado desde un principio.

Pero Jesús no tenía necesidad de matar a nadie para defenderse porque incluso tenía poderes como para impedir que pudieran verlo. Esto no significa, y aquí estamos usando el sentido común, que jamás haya dañado a nadie. Si alguien está vencido y a merced nuestra, y en lugar de matarlo le perdonamos la vida solo cortándole una oreja, ¿qué mejor lección de amor al semejante que ésta se le puede dar a alguien que nos quiso matar?


Hay que tener en cuenta que Jesús gozaba del beneplácito de Roma porque pertenecía al grupo de los Esenios, los cuales tenían los mismos principios éticos que los emperadores, siendo falsa la historia que los tilda de déspotas crueles. ¡Incluso el propio Nerón era cristiano! Hacía más imposible la historia de la crucifixión el hecho de que a Jesús se le había otorgado la ciudadanía romana.


Como uno de los ejemplos más claros sobre la forma en que se tergiversó la historia de Jesús podemos citar el famoso lavado de manos de Poncio Pilatos, que solo significó dar fe de que él no podía hacer nada sobre el pedido de detención de Jesús como se le había pedido ya que el Maestro no se encontraba en su jurisdicción porque había partido hacia la Galia con su esposa María Magdalena y algunos discípulos. Y esto era rigurosamente cierto. Incluso el propio Poncio Pilatos lo había hecho acompañar de sus más fieles soldados para que los protegieran.


No tenemos aún datos ciertos sobre el lugar de nacimiento de Jesús, pero si sabemos que en su encarnación anterior habitaba en la Tierra hueca, es decir en el denominado Paraíso o Jardín del Edén. Muchas veces había dicho que en su mundo el sol no se ponía y que el Paraíso era algo que debíamos recuperar.


¿Por qué Jesús decía que debíamos recuperar el Paraíso? Simplemente era una especie de metáfora porque nuestros padres, Adán y Eva, vivían en este lugar y de ahí fueron expulsados por quienes los clonó: Jehová.

Nosotros, la raza humana, descendiente de estos primeros seres, debíamos estar viviendo en el interior del planeta, no en la superficie, que es un lugar penoso para vivir, donde incluso nuestros cuerpos pesan mucho más.


Además, deberíamos ser inmortales y no estar sujetos a interminables muertes y reencarnaciones. Los habitantes de la Tierra hueca viven de forma indefinida porque precisamente sus organismos físicos no se deterioran. Así debíamos ser también nosotros. Nuestra mortalidad se debe a la perversidad de Jehová, que no es ningún Dios, sino un humano primordial que se volvió loco y quiso emular nuestro Creador, el Logos Planetario.


La razón de que Jesús abandonara el idílico lugar de la Tierra hueca y que naciera como mortal en la superficie fue para advertirnos sobre la verdad de nuestra creación (clonación) y sobre el falso Dios Jehová. Además, para enseñarnos sobre la Ascensión al Reino Crístico, algo que él ya hizo, y así liberarnos de las muertes y las sucesivas reencarnaciones. Por eso decía que debíamos seguir su ejemplo.


Para quienes deseen profundizar los temas expuestos precedentemente, sugerimos acudir a los links que se indican al pie.

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