lunes, 18 de abril de 2016

Los aplaudidores de Cristina, ¿por la plata baila el mono?

EL ORIGEN OCULTO DE LOS FANATISMOS














Hasta que L. Ronald Hubbard no descubrió la ciencia de la mente, a la que llamó Dianética y que difundió en su libro “Dianética, la ciencia moderna de la salud mental”, no se supo la verdadera razón de que el hombre actuara en algunas ocasiones de manera tan extraña.





Cuando hablo de conducta extraña me refiero a todas las conductas aberrantes, desde comerse las uñas hasta matar a alguien para luego comérselo, y lo que sobra ponerlo en la heladera.


En el medio de estos dos ejemplos se pueden poner infinidad de aberraciones de distinto grado y que la Psiquiatría se ha ocupado de enumerar tan diligentemente, aunque sin nunca explicar la razón de su origen.


El fanatismo en seguir a una determinada figura, sea artística, política o de cualquier índole, entra en esta categoría.



¿Pero qué es lo que provoca una conducta semejante, donde la razón está manifiestamente ausente?






La respuesta está en la mente reactiva, la segunda mente del hombre, siendo la primera, por supuesto, la mente analítica o consciente.

Si el hombre actuara siempre analíticamente, jamás se verían esas conductas extrañas porque su conducta sería racional.



La mente reactiva es un mecanismo de supervivencia que se activa automáticamente en el momento en el que la mente analítica se desconecta, por ejemplo a causa de un golpe. Y graba todo lo que sucede mientras dura la inconsciencia. La persona, así, tiene en su mente, como protección futura, ese hecho contrasupervivencia.

La mente reactiva no graba recuerdos sino engramas, los cuales operan como órdenes hipnóticas.


Si cuando una persona se cae de una escalera, se desmaya por el golpe y alguien a su lado le reprocha enojado sin saber de la grabación: “¡Siempre te estás cayendo, nunca aprenderás!”, ella tendrá incoporada en su mente reactiva la orden hipnótica de caerse siempre y también de nunca aprender. ¡Un verdadero engrama de lujo!



Quien haya leído hasta aquí ya se habrá dado cuenta hacia donde apuntamos: el fanatismo también surge de los engramas que una persona tenga en su mente reactiva. El caso más aberrante es el del quirófano, donde no solo los cirujanos y enfermeras al hablar le implantan al paciente engramas, sino que éstos se hacen más compulsivos a causa del dolor.

Imaginemos que durante una operación rutinaria uno de los cirujanos dice: “yo siempre acudo a todos los actos”. Quizás el cirujano se refería a los actos en la escuela de su hijo, pero como la mente reactiva es irracional e impredecible, puede “interpretar” que tiene que acudir a los actos de tal o cual líder político.




Donde hay fanatismo, sea por la ex presidenta Cristina Fernández o por el de cualquier otro político, artista o futbolista, siempre estará presente la dramatización de engramas.




El Electropsicómetro puede medir con exactitud el grado de conciencia
que tenía un militante al concurrir a un acto político, por ejemplo.

A tal punto esto es un hecho científico que si se pudiera eliminar de cuajo el contenido engrámico de la mente reactiva de todos los concurrentes a un acto, la gran mayoría de ellos diría con espanto: “¿Por Dios, qué estoy haciendo aquí con todos estos dementes?”.




Serían muy pocos, quizás contados con los dedos de una mano, los concurrentes que han acudido después de evaluar analíticamente su presencia, porque casi todos fueron al acto como autómatas, sin darse cuenta de que estaban impulsados por una máquina, ya que la mente reactiva es precisamente una máquina.



Todos los líderes políticos utilizan aquellas frases en sus discursos que saben que enfervorizan a las masas. En el caso de Cristina, por ejemplo, entre otros, utilizaba el famoso “Patria o buitres”, claro está que sin importarle que cuanto más se tardaba en arreglar lo inevitable, ya que había sentencia firme del juez Griesa sobre el caso, el país se endeudaba superlativamente. De más está decir que entre sus cálculos estaba el de dejarle “el paquete” al gobierno que le sucediera en caso de perder la elección, como finalmente sucedió.

Quizás lo más curioso de la dramatización de engramas es la justificación que dan sobre su conducta quienes la realizan. Ninguno de ellos va a decir, porque además no son conscientes de lo que sucede, que sus conductas son aberradas porque tienen engramas en su mente reactiva que los impulsan a conducirse así.



Vale mencionar aquí como ejemplo de “pensamiento justificado” al famoso estigmatizado Giorgio Bongiovanni. Los estigmas no son más que un vulgar trastorno mental engrámico, incluso fácilmente provocables mediante la hipnosis. Pero Giorgio no diría jamás tal cosa, sino que lo justificaría, como en realidad lo hace, diciendo que son señales sagradas y por eso se conduce como alguien bendecido por Dios. ¿A quién se le puede ocurrir que Dios le puede provocar tales asquerosidades?



En las pruebas de laboratorio que se hicieron con los engramas mediante la hipnosis se descubrió que éstos tenían un inmenso poder, a tal punto que si se le descubría en alguno de ellos el restimulador se podía hacer conducir a la persona como si fuera un demente. Es más, con cada restimulación la fuerza compulsiva del engrama era mayor.


Pero lo peor de todo, a mi juicio, es la creencia errónea de los líderes de que sus partidarios los siguen porque los aman, cuando en realidad son todos autómatas impulsados por su mente reactiva, en definitiva dramatizaciones engrámicas.





Cuanto más demagogo sea un líder, más probabilidad existe de que sus partidarios al acompañarlo solo estén dramatizando engramas. Uno de los mayores ejemplos de esto fue, sin duda, el general Perón, cuya demagogia fue proverbial.

Para finalizar, hacemos hincapié en que la pregunta del título queda respondida: el mono no siempre baila por la plata, sino también, y en la mayor parte de los casos, por sus engramas. ¿Se entiende?





COMENTARIO ADICIONAL DE HORACIO VELMONT


Para comprender mejor las explicaciones precedentes basta comparar la adhesión que recibe Mauricio Macri con la que recibe Cristina Fernández. Quienes acompañan al primero, que no utiliza la demagogia para atraer partidarios, son manifiestamente más racionales que los que acompañan a Cristina, que en estas lides de “enroscar la víbora” es experta… ¿o alguien lo duda?

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