CIVILIZACIÓN O LEY
DE LA SELVA
Basta recorrer un
poco la Red para darse cuenta de que se ha hecho una costumbre el que
los vecinos se tomen la justicia por mano propia cuando descubren “in
fraganti” a algún ladrón, obviamente cansados de tantos robos sin
que las autoridades hagan nada al respecto.
Algunos justificarán
la reacción de los vecinos diciendo que el ladrón se lo merecía;
otros, en el polo opuesto, rechazarán lisa y llanamente tal
conducta, y estarán, por supuesto, aquellos que dudan sobre cuál es
la actitud correcta frente a un ladrón al que lo descubren robando.
¿Cuál es la
respuesta correcta a estas alternativas? Desde todo punto de vista la
justicia por mano propia debe ser rechazada rotundamente, si
pretendemos vivir en una sociedad civilizada, por más que uno pueda
mirar con simpatía a los vecinos que le dan una feroz paliza a ese
delincuente que trató de robarle su cartera a una mujer embarazada o
a una anciana que acaba de cobrar su jubilación.
Lo correcto,
entonces, es que se detenga al delincuente, si se puede hacer, y se
lo entregue a las autoridades para ser juzgado. Lo incorrecto es
detenerlo y de paso darle una paliza que en muchos casos termina en
muerte.
El principal
problema que surge de la justicia por mano propia es que se la aplica
desde la emoción violenta, que por definición es irracional, es
decir, sin que sus ejecutores evalúen serenamente la situación y
sin que conozcan debidamente los antecedentes del caso.
Sobre esto Jesús
nos advirtió: “No juzguéis para no ser juzgados, porque con la
misma vara que midiereis seréis medidos”. El Maestro, obviamente,
se refería a que no se debe condenar sin previamente saber. Y
quienes reaccionan violentamente ante un hecho delictivo, apaleando
al delincuente hasta matarlo, caen dentro de esta admonición.
http://lasillarota.com/linchan-a-un-inocente-al-confundirlo#.VdHQ4_McHIV
INOCENTE LINCHADO
Supongamos un caso
extremo, no tan infrecuente, de que alguien sea confundido con un
ladrón, y que los vecinos, en un arranque de furia lo reduzcan y le
den una paliza mortal. ¿Qué sucederá con esos vecinos una vez que
sepan que se han equivocado? ¿Acaso simplemente nada les sucederá
porque actuaron “de buena fe”? La respuesta es simple: “La
siembra es libre, la cosecha obligatoria” y “Quien siembra viento
recoge tempestades”. Por otra parte, ¿se acuerdan del refrán “El
camino del Infierno está empedrado de buenas intenciones?
Una vez que el
delincuente se encuentre reducido e indefenso, toda vejación
posterior es reprochable, porque en una sociedad civilizada la
Justicia es la que debe condenarlo, si se lo merece. No es
justificación, obviamente, la excusa de que la Justicia es venal y
que los delincuentes entran por una puerta y salen por la otra, como
siempre se dice.
Por supuesto que
quienes cometen ese exceso deben ser juzgados como homicidas si la
paliza conduce a la muerte del delincuente. Si actuaron bajo emoción
violenta y por eso son inimputables, es harina de otro costal. Y si
no se los puede condenar porque actuaron en grupo y es imposible
identificar al que lo mató, esto también es harina de otro costal.
Más allá de todo
lo expuesto, si la paliza no mata al delincuente, en lugar de
reformarlo lo transformará en alguien peor. Pero esto no es tema de
esta nota. En otras palabras, el linchamiento no beneficia a ninguna
de las partes, sean delincuentes o justicieros.
LECTURA RECOMENDADA
La ciencia de la
mente ilustrada
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