EL ORO DE RENNES
por Horacio Velmont
“Cuán bien
sabemos qué superstición mas útil ha sido para
nosotros esta fábula
de Cristo”. Papa Leo X (1513-1521)
El sacerdote
Berenger-Sauniére tomó a su cargo la parroquia de Rennes-le-Château
en 1985 y seis años más tarde, allá por 1891, comenzó a realizar
reformas en la iglesia -un edificio construido en época medieval,
maltrecho a causa del implacable paso de los siglos y los estragos de
la humedad- hasta que el azar hizo que los albañiles descubrieran
una oquedad en uno de los pilares del altar mayor, dentro de la cual
se ocultaban dos pergaminos y de cuya veracidad dio fe el testimonio
de dos de los obreros que participaron en aquella restauración, los
cuales en 1958 refirieron el encuentro a Gérard de Sède, hecho que
éste consignó en su libro “El Oro de Rennes”.
Con posterioridad a
este descubrimiento, y después de un viaje a París en el que hizo
examinar por peritos los documentos encontrados para establecer su
autenticidad, este sacerdote pareció enriquecerse de golpe,
acometiendo costosísimas reformas que nunca podían haber salido de
su magro bolsillo, dado la modestia de su cargo, y embarcándose en
un alto tren de vida que fue el asombro de todos sus vecinos.
Berenger-Saunière
compró terrenos y mandó levantar dos nuevas edificaciones: una
fastuosa mansión que bautizó como Villa Bethania, a la que trasladó
su residencia, y la muy peculiar Torre Magdala, que acogió su
biblioteca. Asimismo, emprendió una serie de reformas en el
cementerio del pueblo, y por último no se limitó a restaurar el
viejo templo medieval: en realidad lo que hizo fue erigir una nueva
iglesia siguiendo su propio, y dudoso, criterio estético.
Pero lo que más
alarmó a los pobladores y sembró la discordia entre sus superiores
jerárquicos, fue el hecho de dar un nuevo sentido a la vetusta sede
parroquial, emplazando una escultura de tintes demoníacos a la
entrada del templo, que sostiene la pila de agua bendita, y una
inscripción, tallada sobre el pórtico, que reza: “Terribilis Est
Locus Iste” (Este lugar es terrible).
Son, como se ve,
factores suficientes para explicar las suspicacias que, poco a poco,
se fueron afianzando entre los vecinos: de un lado, la sospecha
fundada de que algo turbio ocurría en torno a aquel párroco que
había llegado al pueblo sin más patrimonio que el que le otorgaban
su ínfimo sueldo y unos exiguos ahorros familiares y que, de pronto,
no sólo emprendía ambiciosas construcciones, sino que llegaba a
alternar con figuras de la sociedad y la cultura francesas que
formaban parte de círculos ocultistas con los que el sacerdote
habría entrado en contacto durante su estancia en París, y en los
que incluso se inscribían miembros de la realeza europea.
Durante muchas
décadas, la vida y milagros de Berenger-Saunière sólo sirvieron
para alimentar el imaginario local y apenas trascendieron los límites
del Languedoc, y probablemente no lo hubieran hecho nunca de no ser
por los opúsculos del ya citado Gerard de Sède y por la posterior
aparición de tres investigadores que accedieron a los estudios de
aquél y les dieron un impulso nuevo y definitivo al aprovecharlos
para desarrollar una tesis que terminaría rompiendo moldes.
La aparición de El
enigma sagrado —el libro en el que Michael Baigent, Richard Leigh y
Henry Lincoln comenzaban refiriéndose al caso de Rennes-le-Château
para terminar elaborando una densa teoría que explicara la inmensa
riqueza acumulada por Saunière y que, de paso, hiciera tambalearse
ciertos dogmas— supuso una cierta conmoción a principios de la
década de los 80, cuando vio la luz la primera edición, y su eco se
fue expandiendo paulatinamente y adquirió tintes homéricos cuando,
allá por la pasada década, un escritor norteamericano refundió sus
tesis en una obra de ficción que se convertiría en el último gran
boom del mercado literario en los años inmediatamente anteriores a
la crisis.
Dan Brown no dijo en
ningún momento que El enigma sagrado se encontrara entre las fuentes
que había utilizado para escribir El código Da Vinci, pero basta
con confrontar uno y otro título para comprobar que todas las
supuestas revelaciones del segundo se habían explicitado ya en el
primero, y que da la impresión de que, en no pocos pasajes, el
narrador norteamericano no hizo más que copiar y pegar lo que 20
años antes habían pergeñado sus antecesores.
Sería completamente
inútil detallar las diversas teorías que emitieron aquellos que
investigaron la historia de Berenger-Sauniére para justificar su
inmensa fortuna porque no llevarían a ningún buen puerto,
especialmente porque ninguna da en la tecla.
Como se dice
vulgarmente, vamos directamente al punto: este sacerdote encontró
documento probatorios del casamiento de Jesús con María Magdalena,
y supuestamente de su descendencia.
Digo de su
“supuesta” descendencia porque esto es un dato erróneo, ya que
ellos no tuvieron descendencia en razón de que un hijo hubiera
obstaculizado o impedido su Ascensión al Reino Crístico a través
de la Magia Sexual.
Este hecho permite
terminar con uno de los mitos: no existe ninguna tumba, ni de Jesús
ni de María Magdalena, ya que el proceso de Ascensión involucra la
disolución del cuerpo físico. El otro es que Jesús no fue
crucificado, siendo este hecho pura invención.
Es de hacer notar,
en este último sentido, que los propios autores de El enigma sagrado
cuentan en su libro cómo, al iniciar las primeras pesquisas en torno
al asunto de Rennes-le-Château, recibieron la carta de un viejo
sacerdote que les advirtió que el secreto de Berenger-Saunière
consistía en «pruebas incontrovertibles de que la crucifixión era
un engaño y de que Jesús aún vivía en el 45 d. C.» Es decir,
algo que no solo ponía en solfa un dogma universalmente aceptado y
extendido entre una buena parte de la humanidad, sino que incluso
podía llegar a cuestionar el poder del Vaticano, una institución
que, en las postrimerías del XIX, gozaba aún de un poder inmenso en
casi todos los ámbitos del mundo occidental.
¿A estas alturas
hay necesidad de aclarar que la inmensa fortuna de Berenger-Saunière
provenía del chantaje -¿de que otra manera podría llamárselo?-
que éste le hizo al Vaticano para guardar silencio? Y menos
aclaración necesita aún el hecho de que cualquier dinero que
exigiera Berenger Saunière sería poco frente a la destrucción de
la Iglesia que significaba la circunstancia de que se hicieran
público los documentos encontrados.
Existen muchísimos
temas afines al descubrimiento de Bergenere-Saunière, pero ya los
hemos abordado en otros lugares y sería redundante volverlos a
reiterar aquí. Para aquellos que deseen estudiarlos indicamos al pie
los link respectivos.
El verdadero Cáliz
Sagrado
COMENTARIO DE DANIEL
(DIRECTOR DEL GRUPO RUANEL)
Discutir si Jesús
estaba casado es tan absurdo como discutir si el Papa es soltero. Si
bien Jesús no era judío, sin embargo estaba asimilado a ellos y a
sus costumbres, y como todo rabí estaba casado (de la misma forma
como todos los Papas son solteros). En ambos supuestos las cosas caen
de maduro y debatir al respecto es poco menos que ridículo. En
cuanto al descubrimiento de Berenger-Saunièri, los documentos que
encontró estaban referidos al casamiento de Jesús con María
Magdalena (María de Betania).
En esos tiempos,
valga la reiteración, no se concebía que un rabí no se casase y
por eso Jesús tuvo que hacerlo obligadamente. La razón de que no
se mencione en ningún texto esta circunstancia es por la misma razón
de que tampoco se haga alusión a que un Papa es soltero. Sería una
superfluidad porque son hechos públicos y notorios.
Por último, el
Santo Grial no era una copa ni tampoco el hijo que llevaría María
Magdalena en su vientre, en primer lugar porque Jesús no tuvo
descendencia, y en segundo lugar porque el Grial representa al útero
femenino. Se trata de una copa perfecta, de un cáliz. También está
relacionada con la Alta Magía Sexual.
COMENTARIO DE DANIEL
(DIRECTOR DEL GRUPO RUANEL)
Es importante hacer
hincapié también que entre los documentos que encontró
Berenger-Saunière estaba la prueba de que la iglesia era más
satánica que otra cosa y que en lugar de adorar a Dios adoraba a
Satán. En definitiva, que la iglesia estaba lejos de ser lo que
aparentaba ser, y por eso este sacerdote hizo emplazar una escultura
demoníaca y esculpir las palabras “Terribilis Est Locus Iste”
(Este lugar es terrible)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.