por Horacio Velmont
Es un hecho
archisabido que cuanto más grande es la mentira, más fácilmente
será creída, y también que cuando una mentira se reitera a través
del tiempo termina por transformarse en una verdad incuestionable.
Estos artilugios fueron muy bien utilizados, como todos saben, en la
época Nazi.
Ninguna duda cabe
que la mentira más grande en la historia de la humanidad -no se me
ocurre otra- ha sido la existencia de un gran maestro llamado Jesús
que caminó en la tierra hace dos mil años y murió crucificado.
Pero detengámonos
un momento aquí. ¿No es que cada uno recoge lo que siembra porque
la siembra es voluntaria y la cosecha obligatoria? Si se trata de una
ley inexorable, ¿qué pudo haber hecho Jesús de malo para tener que
tener que pasar por ese suplicio? Porque a “contrario sensu”, si
hubiera sido un dechado de virtudes, esa ley inexorable nunca podía
haberle impuesto morir crucificado. ¡Jamás!
Si tal cosa fuera
cierta, es decir que un ser virtuoso puede terminar crucificado, eso
significaría que la ley de causa y efecto no sería inexorable sino
puro azar, y la madre Teresa, sin importar que haya sido un ejemplo
de amor por sus semejantes, en lugar de ir al Paraíso puede haber
ido a parar al Infierno. ¡Un total disparate!
Por otra parte, ¿qué
ejemplo estaría dando al mundo un Maestro de la talla de Jesús que
permitiera ser azotado como un vil criminal y después colgado de un
madero como un vulgar muñeco de trapo?
Sin embargo, todos
hemos aceptado esta historia sin ningún cuestionamiento, algo que no
dice mucho en favor de la raza humana, porque somos lo más parecido
a un rebaño de ovejas.
Naturalmente que
detrás del invento de la crucifixión está el truco de hacernos
creer que no debemos rebelarnos contra la autoridad porque para ir al
Paraíso debemos ser mansos y permitir que nos humillen e incluso que
nos maten. ¡Y supuestamente Jesús es el mejor ejemplo! ¿Cómo
hemos podido tragarnos un sapo así?
¡Si pongo la otra
mejilla no me queda cara!
Incluso se le hizo
decir al Maestro, y es una de sus “enseñanzas” más sugestivas,
que cuando nos pegan en una mejilla debemos poner la otra. ¡Jamás
pudo haber dicho algo así!
Jesús, si bien era
un ser pacífico, también era un guerrero que portaba espada y
defendía su vida. Si no lo hubiera hecho, los secuaces de Herodes ya
lo hubieran asesinado desde un principio.
Pero Jesús no
tenía necesidad de matar a nadie para defenderse porque incluso
tenía poderes como para impedir que pudieran verlo. Esto no
significa, y aquí estamos usando el sentido común, que jamás haya
dañado a nadie. Si alguien está vencido y a merced nuestra, y en
lugar de matarlo le perdonamos la vida solo cortándole una oreja,
¿qué mejor lección de amor al semejante que ésta se le puede dar
a alguien que nos quiso matar?
Hay que tener en
cuenta que Jesús gozaba del beneplácito de Roma porque pertenecía
al grupo de los Esenios, los cuales tenían los mismos principios
éticos que los emperadores, siendo falsa la historia que los tilda
de déspotas crueles. ¡Incluso el propio Nerón era cristiano! Hacía
más imposible la historia de la crucifixión el hecho de que a Jesús
se le había otorgado la ciudadanía romana.
Como uno de los
ejemplos más claros sobre la forma en que se tergiversó la historia
de Jesús podemos citar el famoso lavado de manos de Poncio Pilatos,
que solo significó dar fe de que él no podía hacer nada sobre el
pedido de detención de Jesús como se le había pedido ya que el
Maestro no se encontraba en su jurisdicción porque había partido
hacia la Galia con su esposa María Magdalena y algunos discípulos.
Y esto era rigurosamente cierto. Incluso el propio Poncio Pilatos lo
había hecho acompañar de sus más fieles soldados para que los
protegieran.
No tenemos aún
datos ciertos sobre el lugar de nacimiento de Jesús, pero si sabemos
que en su encarnación anterior habitaba en la Tierra hueca, es decir
en el denominado Paraíso o Jardín del Edén. Muchas veces había
dicho que en su mundo el sol no se ponía y que el Paraíso era algo
que debíamos recuperar.
¿Por qué Jesús
decía que debíamos recuperar el Paraíso? Simplemente era una
especie de metáfora porque nuestros padres, Adán y Eva, vivían en
este lugar y de ahí fueron expulsados por quienes los clonó:
Jehová.
Nosotros, la raza
humana, descendiente de estos primeros seres, debíamos estar
viviendo en el interior del planeta, no en la superficie, que es un
lugar penoso para vivir, donde incluso nuestros cuerpos pesan mucho
más.
Además, deberíamos
ser inmortales y no estar sujetos a interminables muertes y
reencarnaciones. Los habitantes de la Tierra hueca viven de forma
indefinida porque precisamente sus organismos físicos no se
deterioran. Así debíamos ser también nosotros. Nuestra mortalidad
se debe a la perversidad de Jehová, que no es ningún Dios, sino un
humano primordial que se volvió loco y quiso emular nuestro Creador,
el Logos Planetario.
La razón de que
Jesús abandonara el idílico lugar de la Tierra hueca y que naciera
como mortal en la superficie fue para advertirnos sobre la verdad de
nuestra creación (clonación) y sobre el falso Dios Jehová. Además,
para enseñarnos sobre la Ascensión al Reino Crístico, algo que él
ya hizo, y así liberarnos de las muertes y las sucesivas
reencarnaciones. Por eso decía que debíamos seguir su ejemplo.
Para quienes deseen
profundizar los temas expuestos precedentemente, sugerimos acudir a
los links que se indican al pie.
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