NO TODAS SON VISITAS
REALES
por Horacio Velmont
Seríamos necios si
negáramos que los visitantes de dormitorio existen como hechos
reales, aunque no necesariamente extraterrestres, pero lo que
queremos dejar sentado aquí es que la mayoría solo son
alucinaciones producidas artificialmente.
Debemos aceptar,
para comprender estos “fenómenos”, no sé si llamarlos así, que
existe un Poder Oculto que maneja a la humanidad como si fuera un
rebaño, obviamente para sus propios fines, y para colmo utilizando
tecnologías de avanzada que el público desconoce. Este
desconocimiento facilita el engaño.
Cuando hablo de
tecnología, en este caso me estoy refiriendo a la Psicotrónica, con
la cual la telepatía humana -que sí existe- puede multiplicarse
asombrosamente y mediante ella alterar la mente de las personas para
hacerles creer, ver o pensar cualquier cosa. Sí, incluso que están
siendo visitados por extraterrestres.
Quien mejor ha
revelado los secretos del poder psicotrónico ha sido Gabriel Silva,
por lo que nada mejor que transcribir aquí sus explicaciones.
Lo más interesante,
y que precisamente demuestra el poder maléfico de esta tecnología,
es que el propio Gabriel Silva fue utilizado como Conejillo de Indias
por sus propios compañeros y de verdad creyó que fue real la
experiencia, costándole mucho trabajo asimilar la idea de que todo
fue un engaño y lo sucedido solo ocurrió en su mente.
PSICOTRÓNICA: LA
PEOR ARMA DE LA GUERRA KAMAMANÁSICA
Parte I
ESPIONAJE ASTRAL,
MANIPULACIÓN PSÍQUICA, SUPUESTAS ABDUCCIONES, HISTERIAS COLECTIVAS,
ESTUPIDIZACIÓN DE MASAS, FENÓMENOS PARANORMALES DE DIFERENTES
ORÍGENES Y ETIOLOGÍAS…
Han pasado veinte
años y ya no existen los estamentos que me ligaban a secreto
jurídica, ética y fácticamente, así que contaré -por fin- sobre
los experimentos de psicotrónica (después de la investigación
piramidal, el más importante en el que he trabajado en grupo). Aún
así omitiré datos que puedan revelar identidades o comprometer a
personas de las cuales no tengo su consentimiento para esta
revelación. Por mi parte, estoy harto de callar cosas, a veces por
precaución personal, otras por secreto impuesto, pero veo que lo
peor que hay en estos tiempos, es la desinformación y confusión
sobre temas que atañen a todos, tengan o no consciencia de lo que
ocurre.
Éramos, en
principio, amigos reunidos sin nuestro conocimiento de que las cosas
no eran «casuales», con las mismas inquietudes y diversos
conocimientos. Juan y yo, bastante formados en parapsicología
científica; Alberto es ingeniero técnico en electrónica y
radioaficionado por herencia (hijo y nieto de radioaficionados), que
en ese tiempo tenía casi 50 años. Otro, militar de carrera, Mayor,
con cultura general muy amplia y algunos conocimientos de psicología
social y guerra psicológica. Pedro era informático, agente de
inteligencia militar y se incorporó porque necesitábamos un experto
en electrónica e informática, arreglaba todo tipo de aparatos de
medicina nuclear y ordenadores, que en aquellos años funcionaban con
tarjetas y los más modernos con fósforo amarillo. Estos últimos no
estaban en el mercado, sino que los tenían las F.F.A.A.
El equipo fue
reunido por el Coronel Aldo, por orden del Estado Mayor Conjunto.
Todos teníamos
alguna base teórica de psicotrónica, los modos de aplicación y
referencias históricas, como la guerra de Vietnam y algunas
avanzadillas experimentales de USA, sobre poblaciones
latinoamericanas, especialmente con aparentes fines comerciales. En
principio, el grupo no parecía oficial, pues nos reuníamos dos o
tres veces por semana para conversar el asunto y analizar las
posibilidades de hacer cosas en un orden que el Mayor iba planteando.
Yo había sido contratado por el ejército con la aparente misión de
evaluar las capacidades psicológicas de oficiales y suboficiales (y
con una tapadera de jardinero), pero tampoco sabía que el verdadero
propósito era formar parte de ese equipo, destinado a estudiar,
desarrollar y experimentar con armas psicotrónicas. Había estudiado
en el Panamerican Parapsicology Institute of Canadá, donde además
de la licenciatura en psicología se daba la primera licenciatura en
parapsicología. Aunque tenía mis títulos «ad referendum» en mi
país, el interés estaba en que la inteligencia militar sabía que
ese instituto, con una tapadera oficial canadiense, preparaba
psíquicos para experimentos al servicio de USA.
Estaba terriblemente
ansioso -más que los demás- por pasar a la práctica, así que
«pisando el palito» propuse que intentáramos construir un
psicotrón, porque no tenía ganas de perder el tiempo en charlas
infértiles. Como en realidad el sentimiento de los demás era
idéntico, comenzamos esa misma semana con un diseño teórico de un
psicotrón. Pero nos faltaban elementos o eslabones en la cadena de
aplicación práctica: No sabíamos cómo controlar o estar seguros
de estar en estado alfa o cómo entrenarnos para ello de modo fiable,
y no teníamos idea de cómo convertir una onda cerebral en una onda
de radio que se pudiera emitir con efecto sobre otros cerebros. Lo
había estudiado en la teoría, pero la práctica planteaba problemas
que se fueron resolviendo rápidamente, gracias a la perfecta
composición del equipo humano.
Nuestro Mayor y jefe
del equipo consiguió lo que nos faltaba: Un médico; Pablo es
neurocirujano y psiquiatra. Después de unas cuantas reuniones estuvo
listo el psicotrón teórico y más o menos diseñado el método de
entrenamiento. El aparaterío práctico demoró algunas semanas más,
porque hubo que conseguir dos electroenfalógrafos, una radioemisora
de gran potencia y algunos instrumentos más. Surgió entonces una
cuestión en la que mis experimentos con pirámides fueron muy
útiles. El campo magnético de la pirámide abarca un espectro muy
amplio dentro del magnetismo sutil y además es estabilizante de la
actividad cerebral, de modo espontáneo y natural, sin perjuicio
alguno para el sujeto. Se me encargó la construcción de una antena
piramidal, con una función que yo desconocía hasta ese entonces.
Eso me demostró cuán avanzados suelen estar algunas investigaciones
en el ámbito científico-militar. Los militares también habían
experimentado con pirámides, pero no hallándoles aplicaciones
destructivas, todo quedó archivado.
Cuando estuvo todo
listo, nuestro jefe propuso poner el asunto bajo “secreto militar”,
cosa que aceptamos en vista a la importancia y potenciales peligros
del caso.
El Mayor consiguió
una radio de 5.000 vatios de salida, en un lugar bastante alejado, y
cinco militares más (desconocedores del experimento) formando
nuestro «cerco preventivo».
Tras cerca de dos
meses intensivos de entrenamientos y ensayos menores, se hizo la
primera experiencia en un campo de trigo del que la mitad
-longitudinal- fue arado. Como en la zona hay -al menos hasta
aquellos años- plagas de langostas, que suelen arrasar los cultivos,
estuvimos dos días de guardia permanente, durmiendo en el lugar,
hasta que se dio la ocasión. Los mejor entrenados (Juan y yo)
debíamos hacer que las langostas entraran al campo, que se fueran
hacia el terreno arado, y volvieran luego al campo cultivado,
alternativamente, describiendo un zig-zag. Esto no es posible por
causas naturales, que las langostas lo hagan, así que comencé el
experimento poniéndome en alfa, conectado al psicotrón y con un
mapa-croquis sobre la mesa. Tenía algunos bolígrafos de diversos
colores, para hacer marcas de intensidad si fuera necesario, etc.. El
técnico controlaba mis ondas cerebrales y Juan me ayudaba a
relajarme, concentrarme y dirigir el pensamiento, mientras los otros
observaban desde la torre de la radio.
En pocos minutos, la
manga de langostas se dirigía hacia el centro del campo,
transversalmente, así que la indicación del Mayor fue que la
dirigiera hacia el extremo más cercano. Así lo hice, convirtiéndome
mentalmente en un »yo langosta», centrando mi pensamiento en ser
una langosta dirigente, afinándome con el espíritu grupal, cosa
para la cual el entrenamiento fue imprescindible. Creo que llegué a
«sentir-pensar» como langosta. Cuando escuché al Mayor decir,
«¡Increíble!, esto es Increíble», me distraje, pero ya la manga
había entrado por el extremo y no por el medio. Mi compañero, en
diez segundos, quedó en relevo, y yo en su lugar, ayudándole a
concentrarse, induciéndolo a sentir-pensar como langosta. Juan tomó
el bolígrafo rojo y fue llevándolo hacia el campo arado, donde no
había una brizna de vegetal comestible, salvo algunas hojarascas
secas que raramente come la langosta. Otra vez el Mayor diciendo por
el interfono, «¡Es increíble!… Pero ahora que vuelvan al campo».
Así lo hizo «Juan-langosta» y medio minuto después tomé el
relevo, repitiendo el proceso, con el agregado de hacer permanecer a
las langostas «estacionarias» en el campo arado, hasta nueva orden.
Lo conseguí por casi diez minutos, hasta que perdí la
concentración, con lo que las langostas se avalanzaron sobre el
cultivo.
El Mayor gritó
«¡Que vuelvan al campo arado, que vuelvan al campo arado, no las
quiero en el cultivo!» y «yo-langosta» volví a concentrarme. Las
retuve unos minutos más allí, hasta que me ordenó nuevamente el
Mayor, llevarlas «disciplinadamente» al campo cultivado, sin comer
nada. Las hice formar una fila cuadrada, las llevé al cultivo y las
hice avanzar un tramo de unos veinte metros sin comer nada, hasta el
nuevo reemplazo. Juan estaba cansado y tenso, pero volvió a llevar a
las langostas al terreno yermo, y también las mantuvo por varios
minutos. Al Mayor se le ocurrió que las volviera a llevar al
principio del terreno, en vez que hacia el extremo opuesto, pero el
grupo se le dividió y la manga se dispersó bastante, así que
sacudió la cabeza y se sacó los cables, y me puse nuevamente en su
lugar. Yo también estaba cansado, pero logré reunirlas
imperativamente, amenazándolas conque serían quemadas (cosa que era
cierto porque al final del campo, uno de los militares estaba con el
lanzallamas preparado para combatir la plaga).
Las llevé al inicio
del terreno, y Juan, ofuscado consigo mismo, me pidió el relevo
nuevamente. El Mayor dijo que si estábamos cansados podíamos dar
por terminado el experimento llevándolas hacia el extremo opuesto.
Una vez en su sitio, llevó las langostas a lo largo de todo el
terreno yermo, hacia donde el soldado esperaba para quemarlas. Pero
tuvo que «convencerlas» que no les pasaría nada, porque
evolucionarían espiritualmente y otros rollos mentales por el
estilo, ya que mi amenaza anterior estaba presente en la memoria
colectiva de las langostas. Ese fue el primero de los experimentos y
ya pueden deducir los lectores lo que a partir de eso (con material
relativamente precario y siendo unos pocos) puede hacerse con más
personal entrenado y medios técnicos como los de hoy. El segundo
experimento fue bastante más escalofriante, pero es importante tanto
saber cómo funcionan estas cosas, así como las reglas de vida para
estar realmente a salvo de influencias psicotrónicas.
EL SEGUNDO
EXPERIMENTO
Tuvo una fase de
preparación de unas diez semanas, en que, entre contentos y
asustados por los logros del anterior, debíamos rumiar bien lo
ocurrido, porque lo que habíamos demostrado era muy fuerte. El
cerebro humano con un entrenamiento bastante más simple de lo que
parece -aunque no tan fácil-, y con unos pocos medios técnicos,
puede controlar una plaga como las langostas, enviarla a cualquier
parte o facilitar su eliminación. Al experimento lo llamamos
simplemente «Langosta», pero el archivo militar fue bautizado
«Hamelin», que seguramente la mayoría conocerá la ¿Fábula? del
flautista. Teníamos un pequeño problema Juan y yo, que comentamos
casi como anécdota en el informe oficial, pero unos días después
debimos conversarlo porque nos preocupaba. Esto puede parecer una
ridiculez, pero os ruego no hacer como los idiotas, que se suelen
reír de lo que no conocen… Nos sentíamos langostas.
Si, teníamos
sueños, que nos los empezamos a contar sólo él y yo, y nos
empezamos a afinar de tal manera, que casi nos hablábamos sin
palabras. Se había establecido entre Juan y yo un lazo telepático,
pero con algunos elementos muy desagradables. Soñábamos que éramos
langostas, y en muchos momentos hasta temimos convertirnos en
langostas. Era una especie de obsesión psicótica, y cuando
pensábamos racionalmente, sabíamos que a lo sumo terminaríamos en
un manicomio, y hasta esa posibilidad era un alivio. No nos sentíamos
mal sintiendo como langostas. Era algo simple, difícil de explicar,
pero que entraba en conflicto con cosas cotidianas. Juan empezó a
temer al fuego, cuando le encantaba sentarse frente a los fogones, y
yo le tomé asco al trigo, que antes me daba igual que el arroz. Eso
era lo más «objetivo», pero los sueños, imágenes y otras
sensaciones durante la vigilia y especialmente poco antes de
dormirnos, eran -si bien «subjetivas» e indescriptibles-
sensaciones de langosta.
Ambos teníamos ya,
mucho más conocimiento de psicología que los freudianos, así que
era absurdo pensar en contar con apoyo psicológico, cuando para
colmo, estábamos bajo secreto militar. Así que lo hablamos en el
grupo, al que se habían sumado tres de los militares que siendo
testigos del «Hamelin», era conveniente incluir, y afortunadamente,
tras varias charlas, en que contábamos lo que nos ocurría, todo
volvió a la normalidad.
Creo que lo más
acertado fue hacer una especie de «ritual», en que por medio del
psicodrama nos «convertimos en langostas» (incluso tomé dos capas
impermeables verdes para asemejarnos más a las langostas) e hicimos
una representación entre ridícula, muy humorística y divertida,
pero también muy seria.
A las indicaciones
del Mayor nos fuimos convirtiendo en humanos nuevamente,
despidiéndonos para siempre de la vida de langosta. Yo tuve algún
que otro sueño relacionado, pero Juan ninguno, posteriormente. Así
que tras un tiempo de charlas y análisis de conveniencia y método,
diseñamos el experimento «Visitante Nocturno».
El Mayor diseñó un
método por el cual sólo él y uno cualquiera -elegido por él- del
grupo sabría quién sería el «conejito de indias» del
experimento. Sólo sabíamos que alguien sería «visitado por
alguien en la noche», pero el único que conocía el «libreto» de
lo que ocurriría, era el Mayor que lo había diseñado con
conocimiento de los casos de abducción que ya ocurrían en USA, y
que nosotros desconocíamos completamente por esos años, salvo por
unos artículos de la extinta revista Cuarta Dimensión.
El primer
«visitante» que eligió fui yo, y la víctima -el «visitado»- fue
la persona supuestamente más cuerda y escéptica del equipo: El
técnico en electrónica, Pedro. Y Alberto -el radioaficionado- tuvo
que apañárselas para reemplazarlo en algunas funciones con apoyo de
uno de los nuevos, que tiene algunos conocimientos más sobre
aparatos, y es médico militar.
Me tuve que
estudiar el libreto -muy similar a los que desde hace algunos años
es de pública difusión televisiva- y convertirme en Pedro, viviendo
la visita de un «hermanito extraterrestre». La noche elegida, los
«abductores» fuimos a nuestra central, donde usamos una radio
militar de sólo 1000 vatios y me conectaron a las dos y media de la
mañana, a los aparatos. Me concentré en el dormitorio de Pedro (la
«víctima») y finalmente era -mentalmente- yo mismo, el propio
Pedro. Es decir que cuando me dijo el médico que estaba en alfa, me
convertí imaginaria y mentalmente en él. Asumí todos los
caracteres que recordaba de él, y comencé a «soñar» según el
guión estudiado. La sesión de abducción duró unos doce minutos, y
le modifiqué algunas cosas que a mi parecer, le harían a Pedro -si
resultaba- más llevadera la cosa, y menos traumática. Luego le
informé de los cambios al Mayor, lo que le pareció muy bien.
Al día siguiente,
la esposa de Pedro -también empleada del ejército- llamó al
Comando porque no podían ir a trabajar. El Mayor me avisó y fuimos
inmediatamente a su casa. Estuvimos más de tres horas para
tranquilizar a la esposa y convencerle a él de que era parte del
experimento según las pautas acordadas.
Cuando llegamos a
media mañana, acababa de salir de la ducha, envuelto en un albornoz.
Pero estaba muy demacrado y asustado. Le mostramos el libreto escrito
por el Mayor, y yo le describí el «sueño» que yo mismo hice, con
sus modificaciones correspondientes. Así y todo no podía
comprenderlo.
«¡Me han dicho que
tengo una gran misión!, ¡Y es así!. Ellos saben todo lo que
hacemos…!!, pero yo no se qué hacer, ni por dónde empezar…»
Y tras nuestras
pacientes explicaciones nos miraba incrédulo y nos decía que lo que
había vivido él, no tenía nada que ver con el experimento.
Mientras tanto la mujer nos confirmaba que efectivamente, lo que le
había contado en la madrugada, era exactamente lo que nosotros
decíamos. Pero él estaba empezando a mentir agregando cosas;
buscaba llenar un hueco psicológico, necesitaba que aquello fuese
verdad. Se lo pedía su «arquetipo redentor». Porque a muchos -y
creo que a la mayor parte de los mortales- nos gustaría salvar al
mundo. Y nos gustaría con delirio (nunca mejor dicho), que una
civilización extraterrestre nos protegiera, nos sacara de la miseria
moral, espiritual y económica en que se debate nuestro mundo; de la
misma manera que un náufrago en una isla llena de peligros y sin
sentidos, sueña con la llegada de un barco que lo rescate.
Pero la realidad
-al menos en ese momento- era muy diferente. Habíamos hecho un
experimento y el peligro se ponía en evidencia. Yo empecé a sentir
en ese mismo momento, una identificación con Pedro, como pocas veces
la he sentido con un compañero o amigo. Me pasaba lo mismo que con
Juan tras el «Hamelin», pero más intenso. Incluso me di cuenta que
hablaba con su mujer como si fuera la mía, aunque el sentimiento era
fraternal y no marital (quizá por el hecho de que yo estaba
enamorado de mi esposa).
En un momento de la
charla, sentí ganas de llorar y Pedro empezó a hacerlo
desconsoladamente. Creo que la causa fue su angustia y me la
trasmitió, porque yo estaba sereno, a pesar de todo. Pero en varios
momentos, los argumentos de Pedro parecían convencerme. Y lo dije,
así que el Mayor hizo un gesto de preocupación y con la mirada me
mandó a callar. Cuando entendimos que Pedro tenía ya claro que
había sido el sujeto de nuestro experimento y su vivencia un sueño
inducido, nos fuimos, pero estuvimos preocupados hasta el día
siguiente, en que Pedro fue a la reunión normalmente. Me encontré
con él en un pasillo y me dijo, medio en broma, medio en serio: «Si
no fuera que te siento como a un hermano, te rompería los huesos».
Después nos fuimos
a la cafetería y conversando pude quedarme completamente tranquilo
porque él lo había asumido. Recordando lo hecho, analizándolo,
catartizábamos todo para volver a la normalidad y sacar
conclusiones.
El Mayor me dijo en
esos días, que me prepara porque a la semana siguiente había que
«abducir a Juan». Porque era importante saber la diferencia de
reacción de una persona con un entrenamiento psíquico mejor. Todos
fueron entrenados por nosotros, pero ellos -como Pedro- llevaban sólo
unos meses de trabajo. Juan era el mejor entrenado de todos; con
menos tiempo de resistencia en concentración, pero con más
intensidad y estabilidad. Es decir que se mantenía en alfa menos
tiempo, pero con una onda muy estable y el pensamiento muy
concentrado.
Pero a la noche
siguiente, yo fui abducido. Eso, aunque nadie -ni mi esposa- estaría
dispuesta a creerme, fue lo que me ocurrió y tuve la vivencia que
han tenido miles de personas desde hace poco menos de medio siglo. El
hecho fue en algunas cosas, parecido a lo del guión que habíamos
usado con Pedro, pero yo no podía haber sido la siguiente víctima
del experimento, que era Juan, y para una semana en adelante…
Llamé a las cinco
de la mañana al centro de emisión psicotrónica, y nadie contestó,
lo que confirmaba la realidad de mi vivencia, a pesar de que desde el
hecho habían transcurrido casi dos horas y diez cigarros. Fui hasta
el Comando y me dijeron en la guardia que el Mayor había llegado
hacía un rato y se había ido otra vez, y que seguramente estaría
en su casa. Así que fui para allá, porque también estaba cerca,
pero su mujer -lógicamente muy molesta- me dijo que no estaba. Volví
a mi casa, tratando de mantenerme neutral, sin pensar, porque cada
vez más me convencía de haber sido abducido realmente, y habían
elementos en la vivencia, como un moretón en el brazo, que me
indicaban que aquello no era un sueño. El extraterrestre me había
apretado el brazo con su enorme fuerza, y luego me había pedido
disculpas, al comprender mi fragilidad. Cuando llegué a casa me
preparé un café, porque ya no volvería a dormir, y en eso estaba
cuando llegó el Mayor, junto con Juan, y me fui con ellos porque no
quería involucrar a mi mujer, ya bastante enojada con los habituales
«secretillos militares y horarios dudosos» y no sabía si debía
aguantar o ponerse celosa.
Así que estuvimos
conversando el Mayor, Juan y yo hasta media mañana, y supe -más que
nunca- por lo que había pasado Pedro. ¡Aún sabiéndolo todo!
Yo me había tragado
el anzuelo de que el próximo era Juan. Y a pesar de saber todo el
asunto -al guión evidentemente se le habían cambiado unas cuantas
cosas- estaba seguro de que había sido abducido, y que los
extraterrestres, sabiendo lo que estábamos haciendo, habían
decidido intervenir.
Me mostraron el
«nuevo libreto», exactamente como me habían ocurrido las cosas.
Pero yo no estaba dispuesto a reconocer que se trataba de un sueño
inducido. Me quedaban dudas. Especialmente porque tenía una marca
física, el moretón. Eso quedó sin explicación hasta que volví a
mi casa, y le mostré a mi mujer el brazo, porque no terminaba de
aceptar que ella no se hubiera despertado cuando me estaban
«visitando». Me dijo «A quien se le ocurre tratar de sostener esa
moto…»
Y la mente dio un
salto, como si se iluminara. Un par de días atrás iba con un cubo
de agua y toqué mi moto que la tenía sobre unos tacos de madera
para cambiar la cadena, y cuando me di cuenta que se caía, puse el
brazo, que se encajó entre el manillar y la palanca del embrague.
Había olvidado completamente aquello, y allí me di cuenta a nivel
vivencial, como la mente tiende a «llenar agujeros» para sostener
lo que un factor emocional desea hacer «real».
La verdad es que el
libreto nuevo era mas agresivo y desagradable que el redentorista
guión que usamos con Pedro, pero así y todo, yo quería que fuera
real, o no podía creer que no lo fuera. Hicimos dos «abducciones»
más y finalizamos esa etapa. Porque si bien nadie salió demasiado
afectado, el peligro es muy grande. Además, se crea un estado
psicótico que se suma a la afinidad telepática, lo cual pasa a ser
muy comprometido en medio de esta civilización tan grotesca e
injusta.
Pero dos años
antes yo había recibido una oferta de trabajo en proyectos de
investigación paranormal en EE.UU.., que rechacé de plano, al
comprender que sabían absolutamente todo de mi. Y semejante interés
-además de la gran limosna- me hizo desconfiar. Así que pregunté
al Mayor si podía averiguar algo, ya que la mayoría de mis
compañeros de estudio, habían aceptado aquella propuesta. Le di al
Mayor un par de nombres y su posible lugar de residencia. Unos días
después me dio la nómina casi completa de mis compañeros y su
actual paradero: dos en manicomios y catorce en el cementerio, una en
México y otro en Argentina (aparte mío), y los demás,
desaparecidos buscados. En total éramos cuarenta y dos. Los treinta
y nueve que aceptaron fueron quizá, las primeras víctimas de la
Guerra Psicotrónica -al menos en Occidente-.
Podrán decirme todo
lo que quieran los «hermanitos extraterrestres», a través de sus
contactados, pero hasta la fecha, el único grupo cuya seriedad y
pruebas de contacto me ha llamado la atención, es un pequeño grupo
catalán que parecen tener contacto con los Intra-terrestres, y no
con los «extra». Y por sus arquetipos y función, detecto que no
hay tras ellos otro interés que el de curar algunos casos
psicosomáticos de allegados, e investigar objetivamente los
fenómenos. Aclaro que no estoy negando con esto, la existencia
extraterrestre o esporádicas visitas, pero como ya he dicho antes,
ni deben ni pueden inmiscuirse en nuestros asuntos. Porque adentro de
la Tierra y en los polos, están los dueños verdaderos del planeta.
Nosotros somos habitantes circunstanciales a los que en cualquier
momento nos echan de casa por inadaptados.
Todo lo demás que
he visto sobre el tema, incluso entre personas de buena voluntad,
pasa por la evidente manipulación psicotrónica, cuando no
directamente psicológica por parte de pseudocontactados, como George
Adamsky, Tuella, Eugenio Siragusa y Sixto Paz Wells, que no sólo no
han dado prueba alguna jamás de sus contactos (ni siquiera una
mísera profesía o al menos una cita que asegure la presencia
extraterrestre en tal parte, tal día, a tal hora). Hay casos en que
la cuestión arquetípica religiosa es más evidente, como el de
Verónica Lizana (Mendoza, Argentina) donde presenta en su libro
«Isidris» una ciudad subterránea así llamada desde el tiempo de
los Huarpes. Pero aparte de varias infantilidades y contrasentidos,
dibuja la Estrella de David en las puertas de las naves de los
intraterrenos.
La ciudad es
posible que exista. Aparte de que según estudios de YPF en la
región, hay una vacuoide enorme a gran profundidad, he sido testigo,
junto a varias personas, de la circulación de luces (posibles
vehículos), aparición de Hombres de Negro y otros fenómenos
anómalos. Pero el agregado de la estrellita judía -igual daría que
lleven la cara de cristo, la cruz, o la media luna y la estrella
musulmana- indica una infiltración arquetípica, una manipulación
ideológica-religiosa. Así se ha ido elaborando una «religión
platillista», redentorista y mesiánica, como la de Ashtar Geran y
diversos personajes de ficción.
Cabe reseñar que
en USA hay una cifra monumental de «abducidos»: 4.850.000. La casi
totalidad son gente de ciudad o de pueblos grandes… ¿Cómo es
posible que nadie vea un vehículo y un rayo de luz llevándose a los
secuestrados?… Salvo en la películas, claro… El mejor método
para apoyar un montaje psicotrónico o cualquier gran mentira, es
combinación de arte, imagen, sonido, que enlaza lo que se nos quiere
hacer ver, con nuestras propias emociones, que nos manipula
haciéndonos llorar o reír, sufrir por millones de muertos sin
diferenciar la ficción de la realidad, o volar con las hadas y oír
hablar a los animales… El Cine.
Hay sistemas o
diseños psicotrónicos que se emiten sin ser percibidos en el
momento, pero se activan en la mente cuando las víctimas ven una
«imagen llave» o determinadas palabras. Entonces no son uno o dos
los afectados, porque eso da tiempo a emitir en una amplísima gama
de frecuencias cerebrales y bajo una amplia variedad de arquetipos.
Una película taquillera es el mejor vehículo para detonar esa
psicosis aumentada, diseñada e inducida con anterioridad.
Lo más lamentable
en este rollo político, es que la Iglesia cada dos por tres está
metida en los asuntos, aunque de manera ambigua hasta que decidan
«meterse hasta el cuello», tal como parece que están haciéndolo
últimamente. No nos extrañe que en su momento aparezca la Virgen o
Jesús en el cielo, a la vista de todo el mundo; porque ya en 1943
los ingleses ensayaron un sistema de holografía atmosférica, y esa
tecnología debe haber avanzado bastante en el lógico «top secret».
Quien haya sondeado
la historia de la Iglesia Mormona habrá visto como algún «dios»
proyectaba a Joseph Smit la imagen de un ángel (Moroni), que se le
cortó tres veces y tuvo que recomenzar desde el principio. O sea que
a la par de la psicotrónica pura, se suman los «efectos especiales»
de las holografías y otras técnicas muy avanzadas y secretas, como
la electro-magnetodinámica, con la que hacen pequeños «ovnis»
para producir los dibujos de los Círculos de las Cosechas… Ya les
contaremos más en próximos artículos, porque ciertamente, la
Realidad, aún dentro sus Límites, es mucho más increíble que la
ficción.
La manera de ponerse
a salvo de ataques o manipulaciones psicotrónicas, psicológicas y
engaños con «efectos especiales», irá en otros documentos, puedes
empezar por separar tus propios pensamientos, de los producidos por
tus falsos egos. Ese es el primer paso y puedes ir viéndolo AQUÍ.
Parte II
Kama = Estrato;
Manas = Alma. La Guerra Kamamanásica es la Guerra entre dos
arquetipos o valor y contravalor máximo, que podemos comprender como
la intención raíz o causa fundamental del mal y del bien:
Esclavitud y Libertad.
En enero de 1978 me
llegó una carta del Panamerican Parapsicology Institute, adjunto a
un certificado de calificaciones en que constaba que había aprobado
con excelentes notas, todas las asignaturas de la licenciatura en
psicología con especialización en parapsicología. Debía ir a
retirar mi título tras cuatro años de intensísimos estudios…
Fue una de las
alegrías más grandes de mi vida, que pocos días después
representó, como contrapartida, una de las más dolorosas
decepciones. No por la calidad de los estudios, que era excepcional,
sino por las intenciones políticas con que fue creado el instituto y
lo que se pretendía de sus egresados.
Una de las más
exigentes asignaturas durante 3º y 4º año era Arqueometría, y en
ella se conjugaban tres materias de estudio aparentemente
incompatibles: Física, Matemáticas y Proyecciones Psíquicas. Estas
últimas no tenían una clasificación en la parte práctica, sino
que se pretendía que al menos se conociera la teoría ( impecable, y
muy comprobada después). Pero… ¿Qué tenían que ver la
matemática y la física con una experiencia como el viaje astral, el
sueño, la proyección mental o fenómenos tan «psíquicos» como la
bilocación?
Pues mucho. No es
posible separar la física y la matemática de ningún fenómeno. Muy
a mi pesar, porque soy de los que cuentan con los dedos, tuve que
encarar el aprendizaje teórico de lo psíquico, montado en números
y fórmulas.
La Arqueometría
estudia la relación y fenómenos entre materia y energía, y sin esa
comprensión es imposible entender los fenómenos psíquicos. Lo malo
es que tras toda esta cuestión científica, hay una realidad
POLÍTICA, que todo lo tiende a monopolizar, en manos de gente
carente de valores espirituales y éticos.
Como había logrado
saltar de la teoría a la práctica, realizando algunos viajes
astrales, proyecciones mentales perceptibles y otros efectos, me
visitaron dos señores para ofrecerme un trabajo extraordinario:
Seguir «estudiando» en un laboratorio más especializado aún, con
un sueldo equivalente a diez veces el de mi padre, con ventajas
diversas y sólo debía aceptar algunas pautas aparentemente
«lógicas», como irme a vivir definitivamente a USA. Me preguntaba
porqué a USA, si el Instituto era canadiense; porqué los visitantes
portadores de tan interesante ofrecimiento eran yanquis; porqué la
invitación vino apenas días después de informárseme sobre mis
calificaciones…
En una
conversación, en la que debía ser «secreta», puse como condición
que se me permitiera la compañía de mi padre, que además de buen
consejero toda la vida, era muy perspicaz y dos mentes compatibles
piensan mejor que una. Luego de una media hora, nos miramos con mi
padre y dijimos al unísono «saben demasiado sobre nosotros».
Los dos sujetos se
miraron entre ellos y se dieron cuenta que «habían metido la pata».
Se les escaparon detalles que sólo podían conocer en un contexto de
investigación personal muy profundo; así que inmediatamente les
dije que no me interesaba la propuesta. Hubieron otros intentos de
convencerme, pero yo ya tenía claro que no quería formar parte de
ese «algo» que me olía muy mal.
Cuando unos pocos
años después pude conocer, gracias a gestiones de inteligencia
militar de mi país, lo ocurrido con mis compañeros de estudio, me
horroricé de pensar lo que me habría ocurrido si me hubiera dejado
tentar: De cuarenta y dos alumnos, dos estaban con camisa de fuerza,
catorce muertos, veintitrés en paradero desconocido, buscados por
sus familiares, y sólo tres vivos y hallables: una mexicana, otro
argentino y yo… Los tres que no aceptamos el dulce.
Analizando nuestros
avances en un equipo científico militar, y mis propios desarrollos,
no me cabe duda del potencial que significa para una nación
dominadora como USA, contar con un grupo de gente que puede salir en
astral y meterse conscientemente en casi cualquier parte sin ser
percibido. Es, simplemente, ser un fantasma invisible, consciente,
con clara memoria de lo que se ve y oye. Si se sale diariamente, en
un par de meses es posible permanecer consciente más de media hora
en astral. Ello significa -con algún entrenamiento más- poder
meterse en una caja fuerte de cualquier tamaño y leer los libros o
documentos que hayan allí aunque estén cerrados.
Más fácil aún
resulta pasear por instalaciones bélicas, silos nucleares y todos
los etcéteras que fueran necesarios para un espía psíquico. Hay
una serie de condicionamientos, como el hecho de que es muy fácil
viajar en astral de norte a sur o de sur norte, pero es muy difícil
cubrir grandes distancias transversalmente a las líneas magnéticas
del planeta.
Salir en astral en
Buenos Aires para ir a Georgetown, 4.600 kilómetros al norte, o
desde Quebec (Canadá) hacer 11.100 kilómetros hasta Punta Arenas
(al sur de Chile), es más fácil que ir desde Barcelona a Lisboa,
porque los casi mil kilómetros de Este a Oeste son durísimos. Ir en
astral sobre el agua (para aquellos que pretenden cruzar el océano),
es más difícil aún. A favor de los meridianos el asunto es menos
problemático, pero aún así, para cruzar extensiones de agua hay
problemas.
En 1985, un grupo
internacional independiente, liderado por el psíquico brasileño
Mauricio Boraldo, me invitó a formar parte de un proyecto en el que
no pude participar por cuestiones económicas. Intentaron cuatro
viajeros en astral, cruzar desde la ciudad turca de Ordu hasta Moscú,
a fin de probar la posibilidad de hacer espionaje psíquico y conocer
si existiría por parte de la URSS algún tipo de defensa en tal
sentido; pero los cuatro viajeros astrales no podían mantenerse «en
vuelo» sobre el Mar Negro y volvían al cuerpo con cierta violencia.
Ante los repetidos fracasos, consiguieron ir semanas después a la
ciudad rusa de Mariúpol, a 960 kilómetros al sur de Moscú.
Allí no tuvieron
inconvenientes con el viaje astral, pero si en el lugar de destino.
Pudieron entrar sin problemas a algunas instalaciones militares, pero
cuando ingresaron a cierta dependencia de gobierno, se encontraron
con una «patrulla psíquica» compuesta de algunas decenas de
hombres y mujeres muy entrenados que les persiguieron hasta su lugar
de origen. Uno de los osados viajeros no lograba entrar a su cuerpo y
quedó en aparente shock cataléptico. Intentaron sin resultado,
reanimarlo con masaje cardíaco, hasta que dos de los regresados
volvieron a salir en astral, para encontrarse conque varios de los
perseguidores le retenían al «shockeado» y no le permitían entrar
a su cuerpo. Tras una pequeña y confusa pelea consiguieron liberarle
y volver todos a sus cuerpos físicos.
Media hora después,
justo cuando abandonaban en un taxi el hotel en que se alojaban,
vieron llegar varios camiones militares y lograron salir del país
porque consiguieron de inmediato un charter privado a Bulgaria.
Los viajes
astrales, lejos de lo que mucha gente cree hacer, son viajes físicos
en cierto sentido. El cuerpo astral de un adulto de ochenta kilos,
pesa 2,7 gramos. No resulta visible en condiciones normales para la
vista física de la mayoría de las personas, porque su tasa
vibratoria está sobre los trillones de ciclos por segundo, pero su
peso se ha comprobado colocando a los viajeros astrales sobre una
camilla-balanza. Al abandonar el cuerpo físico, la balanza acusa
inmediatamente la diferencia. En el caso de muerte, el peso perdido
es algo mayor, porque también se desprende y disuelve una parte del
cuerpo mental (áurea Kirliam).
Mucha gente cree
hacer viajes astrales, utilizando un proceso de relajación y
visualización, pero ello no es más que una «oniria», un viaje
absolutamente imaginario. Algo así como una película
autoproyectada.
Los riesgos del
viaje astral no son despreciables, y conviene conocerlos antes de
intentarlo:
1) Un ruido
estridente o un movimiento brusco que afecte al físico, puede hacer
volver violentamente al astral, causando daños cerebrales o en el
mismo cuerpo astral.
2) La hipotermia es
otro problema. Es algo mayor que durante un desmayo o un shock.
Mientras mayor es el estado de consciencia en astral, mayor es la
hipotermia. Aunque haga calor, es necesario dejar el cuerpo físico
bien abrigado.
3) El mayor de todos
los peligros, es el MIEDO. Una persona que puede asustarse o sentir
cosas desagradables cuando ve una imagen monstruosa, hará muy bien
en no intentar una experiencia astral, porque ese plano vibracional
abarca un espectro muchísimo más amplio que el plano percibido
físicamente. Por lo general, las primeras salidas no son al nivel
que permite ver, desde el astral, el plano físico. El viajero que
sale por primera vez conscientemente, suele hallarse en «cualquier
lugar», aunque no «lejos» físicamente, no ve su entorno físico,
sino lo que haya alrededor en una determinada tasa vibratoria. Las
imágenes, objetos, seres y proyecciones mentales difusas que puede
encontrar son tan variadas que abarcan desde cosas hermosas hasta las
más monstruosas que pueda imaginarse. Muchas de esas cosas
reaccionarán de acuerdo a la actividad mental del sujeto.
Dada la plasticidad
enorme de la materia astral, si el sujeto ve un monstruo (que puede
ser una proyección mental elaborada por un dibujante de comics o por
un cineasta), y se imagina por una fracción de segundo que el
monstruo le atacará, pues eso mismo ocurrirá. Su pensamiento,
aparentemente innocuo en el plano físico, resulta miles de veces más
potente con relación a la materia astral.
Suele costar
bastante a casi todas las personas, y casi nada a unas pocas, lograr
permanecer en el astral sin apenas contacto con elementos de ese
plano. Cuando se adquiere la práctica suficiente, es posible moverse
en astral viendo, oliendo y oyendo sólo el entorno físico, caminar,
volar o trasladarse muchos kilómetros en un instante. El gusto y el
tacto quedan completamente anulados respecto al físico. Cuando se
tiene ese dominio de la situación y se aprenden unos cuántos
trucos, es cuando el viajero puede ser un «espía psíquico» apto.
No obstante, las cuestiones de ética también generan karma, de modo
que quien use esa capacidad, no tiene modo de librarse de sus
consecuencias, buenas, malas o innocuas, según su intencionalidad.
TULPAS Y
PROYECCIONES:
Otra de las
técnicas aplicadas a la Guerra Kamamanásica, son las proyecciones y
los Tulpas. Esencialmente son la misma cosa, pero con una gran
diferencia de intensidad y densidad:
a) LAS PROYECCIONES
MENTALES se utilizan para imprimir en una atmósfera o un lugar
determinado, una imagen. Esa imagen, si posee además de la densidad
propia de la materia mental adecuadamente programada, una carga
emocional y arquetípica, es algo que tiene mucha influencia sobre
las personas que frecuentan el lugar. Un Ejemplo: Si en un sitio
donde habitualmente hay desarmonía imprimimos mentalmente una imagen
bella, armónica, que invite a la mente a armonizarse, bajaremos -por
contrapolación- la intensidad de los factores desarmónicos.
Si en un templo de
una religión determinada imponemos así los símbolos de otra,
estaríamos haciendo una infiltración arquetípica «psiónica»
(Psiónica es el uso directo de la influencia mental, y
«psicotrónica» cuando es ayudada por la electrónica). Las
«Oraciones de Misión» que hicieron los jesuitas en Sudamérica,
donde el grupo de misioneros imaginaba mientras rezaba, que el templo
aborigen e convertía en iglesia, dio en la realidad resultados muy
concretos. Allí operan dos fenómenos: a) La imposición y
precipitación de la proyección en el lugar, y b) La predisposición
personal de los visualizadores, que quedan más ligados
karmáticamente a dicha precipitación.
b) EL TULPA es una
imagen que tiende a permanecer en el plano en que se la crea, pero
puede moverse, programarse… Es, por ejemplo, la imagen del propio
visualizador; un «doble etérico» falso. En vez de materia mental
sola, tiene una proporción de materia astral, proveniente del propio
cuerpo astral del visualizador. El Tulpa es una réplica casi exacta
del conjunto astral-mental del sujeto. Si se hace bien, puede tener
un peso de entre tres y cinco gramos, con un volumen idéntico al del
cuerpo físico, y ser visto con la misma nitidez, a pesar del escaso
peso e impalpable densidad.
Es posible generar
cualquier tipo de imagen: Un animal, un monstruo, etc.. Y de hecho,
existen cantidades enormes de proyecciones mentales que podrían
convertirse en Tulpas si se los dotara de la densidad astral
adecuada. Las proyecciones mentales de los cineastas son dotadas
muchas veces, de cierto grado de poder por los millones de personas
que replican mentalmente la proyección cinematográfica. Por fortuna
no existe una coherencia interpretativa en las imágenes, y ésto
hace que queden «borroneadas» e inefectivas. Pero un psíquico bien
entrenado, que practique el Tantra (que no derrame su energía
seminal), que practique la yoga propia de su raza diariamente, puede
hacer Tulpas muy potentes y con duración de varios años. Hacerlos
palpables ya es otra cosa. El tipo de materia requerida sería
plasmática (psicoplasma) y la cantidad requerida sería enorme. En
las crónicas tibetanas hay sólo un par de casos de este logro tan
impresionante, respecto a Tulpas de la propia persona, aunque hay
varias narraciones -e incluso técnicas- sobre dotar de materialidad
a objetos simples, como vasos, puñales, etc.. Cabe aclarar que sin
la formación adecuada, es decir la práctica ininterrumpida por
muchos años del Tantra y la Yoga, no hay técnica que valga. Quien
derrame su energía sexual en vez de transmutarla, jamás logrará
hacer más que inconsistentes proyecciones mentales.
El Milagro de los
Panes y los Peces, de Jesús, pudo haber sido un tipo de
«precipitación» similar, digamos que hizo Tulpas de panes y peces,
pero en el máximo del fenómeno de precipitación, con los que el
objeto precipitado adquiere densidad completamente material,
molecularmente idéntica al «molde» empleado. Actualmente -y como
lo han hecho muchos maestros a lo largo de la historia- Sai Baba, en
la India, produce los mismos fenómenos, que mucha gente escéptica
ha intentado desmitificar con filmaciones en cámara lenta y otros
recursos, para concluir en que tanto el «bibuti» (cenizas astrales,
similares a la de los inciensos), como algunas joyas, son auténticas
precipitaciones. De todos modos, para los investigadores escépticos
como el autor de este artículo -y a pesar de conocer por práctica y
experiencia la producción de Tulpas- todavía no es posible afirmar
la veracidad de los fenómenos de Sai Baba, por falta de contacto
personal con él y comprobación directa.
Al margen de los
fenómenos que podemos llamar «paranormales», que de por si pueden
tener muchas veces igual apariencia pero diversos orígenes o
métodos, existe otra faz de la Guerra Kamamanásica, más sutil, más
simple si se quiere, pero no menos importante. Si bien la
Psicotrónica y sus variantes (así como los fenómenos relacionados)
son el arma -o conjunto de armas- más sofisticada en esta Guerra, la
INDUCCIÓN DE IDEAS Y EMOCIONES es sin duda la mayor arma en cuanto a
uso masivo.
La cinematografía,
la televisión, los libros, la prensa oral y escrita y la
infiltración de las instituciones son el campo de batalla principal.
Pero sobre esta parte de la Guerra Kamamanásica hablaremos en el
siguiente artículo.
Grupo Askasis
LECTURAS
COMPLEMENTARIAS
Gabriel Silva,
Psicotrónica: espionaje astral, manipulación psíquica, supuestas
abducciones, histerias colectivas, estupidización de masas,
fenómenos paranormales de diferentes orígenes y etiologías…
Parte I
Parte II
Video-Manipulación
Psicotrónica – Entrevista a Gabriel Silva, donde da cuenta de los
experimentos en manipulación mental psicotrónica que llevó a cabo
junto con su equipo cuando trabajaba para el cuerpo militar
argentino.
Gabriel Silva, El
verdadero origen de los Ovnis
Gabriel Silva, El
verdadero origen de los Ovnis
NOTA: Hay más
material afín en los sitios del Grupo Ruanel y Grupo Obnosis
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