LA RESISTENCIA AL
CAMBIO
La conclusión más
común en los dictámenes de los psiquiatras forenses sobre un
homicidio es que “el imputado estaba lúcido y orientado en tiempo
y espacio después de haber matado”. En otras palabras, que no
estaba fuera de sus cabales al momento de cometerlo.
En su consecuencia,
y con este dictamen, los fiscales llevan al juez la conclusión de
que el acusado se propuso matar, y por lo tanto es imputable y puede
ser juzgado por su crimen.
Trayendo a colación
un crimen archiconocido, el dentista Ricardo Barreda, cuando tomó
una escopeta de doble caño, la cargó y mató a toda su familia
estaba plenamente lúcido y sabía lo que hacía… ja!!
Hasta un niño
-menos los psiquiatras forenses, claro está- sabría que nadie puede
cometer algo así si no está completamente enajenado. ¡Pobre mundo
si este tipo de hechos se pudiera cometer a plena conciencia de lo
que se está haciendo!
Afortunadamente
esto, en la actualidad, no es una mera teoría pues puede demostrarse
científicamente.
Para que quede
aclarado desde el principio nuestra posición en este asunto es que
ningun presunto asesino cuyo dictamen forense concluya que estaba
lúcido en el momento del crimen recibirá una sentencia justa,
porque la Justicia no tiene ningún elemento que otorgue certeza del
estado mental en que estaba una persona al matar a otra.
¿Cómo puede la
Justicia Penal guiarse para dictar sentencia, sea absolviendo o
condenando, por la opinión de un psiquiatra forense, si la propia
Psiquiatría no tiene la menor idea de cómo funciona la mente, y
menos aún por qué una persona mata a otra?
Se me dirá que la
pericia psiquiátrica no es vinculante para el tribunal, pero yo
refuto esto porque un juez, para apartarse del dictamen de un perito,
tiene que tener motivos muy fundados y argumentarlos categóricamente
en la sentencia. ¿Y cómo podría hacerlo si sabe tanto del
mecanismo mental, y la razón de la conducta de las personas, como un
psiquiatra, es decir, nada?
El psiquiatra
forense, cuando examina a una persona que ha matado a otra lo hace
fuera del momento del hecho, a veces varias horas después o incluso
días o meses. Esa persona que examina tiene en ese momento un estado
mental completamente distinto al momento de matar. Esto es tan obvio
que ni siquiera habría que mencionarlo. ¿Cómo entonces puede
opinar sobre el estado mental de una persona en un momento de su
pasado examinándola en tiempo presente? ¿Acaso a “ojo de buen
cubero”?
Quizás estas cosas
no tendrían ninguna importancia, o por lo menos yo no me molestaría
en hacer esta nota, si se tratara de cuestiones civiles, pero aquí
estamos tratando con uno de los derechos fundamentales de las
personas, como es el derecho a tener una sentencia justa. Más aún
cuando está en juego la libertad, otro de los derechos fundamentales
en cualquier sociedad civilizada.
A veces, en el
dictamen, el forense hace alusión a que el imputado después del
hecho intentó quitarse la vida y también que estaba perfectamente
lúcido cuando tomó el arma, se apuntó a la sien y se hirió con el
disparó. ¿Cómo alguien que intenta quitarse la vida va a estar en
la plenitud de su conciencia? ¡Por Dios!
Cualquiera de
nosotros sabe cómo nos alteramos en determinadas circunstancias, y
también sabemos cuán poco de lucidez tiene nuestra conducta en ese
momento. Y también sabemos que nadie, absolutamente nadie, puede
saber nuestro verdadero estado mental, solo nosotros.
¿Cuántas veces
hemos escuchado la consabida frase: “Sé por lo que estás
pasando”, y la respuesta: “No, no puedes saber por lo que estoy
pasando”. ¡Y es verdad, nadie puede saber por lo que estamos
pasando! Y sin embargo vemos continuamente a los psiquiatras forenses
que se arrogan ese privilegio de decirnos cuál ha sido nuestro
estado mental en esos instantes aciagos… ¡Por favor!
A pesar de que nadie
puede saber nuestro estado mental en un momento dado, hay por lo
menos una forma exacta de saber el grado de conciencia que tuvimos en
cada momento de nuestras vidas. Y sí, también nuestra cantidad de
conciencia cuando le disparamos a alguien.
El estado mental de
las personas no es el mismo a lo largo del día, y así puede oscilar
desde entusiasmo a enojo, aburrimiento, desánimo, etc. Estos cambios
mentales pueden observarse a través del E-Metro (abreviatura de
Electropsicómetro), que es una aparato diseñado por L. Ronald
Hubbard y que mide la capacidad analítica que tenía una persona en
un momento determinado.
Funciona tomando la
persona las latitas y retornando mentalmente al hecho que se quiere
evaluar. El auditor, que así se llama el profesional que maneja el
aparato, le pide al examinado que retroceda con su mente a un momento
determinado, por ejemplo cuando discutió con su pareja. De inmediato
se verá que la aguja del cuadrante se movió. El punto donde se
detiene marca la cantidad de conciencia que tenía en ese momento de
discusión.
Expresado de otra
manera, a través de este aparato puede llevarse a alguien que
cometió un crimen a recordar el hecho y así saber si es o no
imputable.
Si al dentista
Barreda -sí, al que mató a toda su familia con una escopeta de
doble caño- se lo examinara con el E-Metro, la Justicia podría
saber con exactitud el grado de conciencia tenía al momento de
dispararle, es decir si estaba obnubilado y en qué grado, o si
estaba perfectamente lúcido y actuó fríamente sabiendo la
criminalidad del acto (nosotros, por nuestra experiencia, sabemos que
su conciencia era menos que la de un animal).
Una sentencia basada
en la lectura de este aparato, que es exacto al evaluar el grado de
conciencia de una persona en el momento del hecho, sería
inobjetable. En otras palabras, sería una sentencia justa. De lo
contrario será como tirar una moneda al aire, si sale cara condeno,
si sale seca absuelvo.
¿QUÉ ES EL E-METRO
Y CÓMO FUNCIONA?
El E-Metro es una
abreviación de electropsicómetro. Se trata de un aparato científico
utilizado como ayuda en la auditación a fin de que la persona que se
esté examinando pueda localizar y confrontar áreas de trastorno
mental.
Por sí mismo, el
E-Metro no hace nada. Es un instrumento electrónico que mide el
estado mental y las modificaciones de dicho estado en los individuos,
y contribuye a la precisión y rapidez de la auditación.
A fin de entender
qué hace el E-Metro, es necesario comprender algunos conceptos
básicos de Cienciología.
Tres son las partes
básicas del hombre: mente, cuerpo y thetán. El thetán es un ser
espiritual e inmortal: el individuo mismo. El thetán habita en un
cuerpo y tiene una mente, la cual es una colección de cuadros de
imagen mental.
Los cuadros que hay
en la mente contienen energía y masa. La energía y la fuerza que
hay en los cuadros de experiencias dolorosas o perturbadoras pueden
tener un efecto nocivo en el individuo. Esta energía o fuerza dañina
se denomina “carga”.
Cuando el E-Metro se
encuentra en funcionamiento y una persona sujeta sus electrodos, un
diminuto flujo de corriente eléctrica (aproximadamente 1,5 voltios;
menos que las pilas de una linterna) pasa por los cables del E-Metro,
atraviesa el cuerpo de la persona y vuelve al E-Metro. (El flujo
eléctrico es tan pequeño que no hay sensación física alguna al
sujetar los electrodos).
Cuando la persona
que sujeta los electrodos tiene un pensamiento, mira un cuadro,
reexperimenta un incidente o bien desplaza alguna parte de la mente
reactiva, ese individuo está moviendo y cambiando masa mental y
energía reales. Estos cambios que se producen en la mente influyen
en el diminuto flujo de corriente eléctrica que genera el E-Metro,
haciendo que la aguja del dial se mueva. Las reacciones de la aguja
del E-Metro le indican al auditor dónde se encuentra la carga y que
deberá ocuparse de ello con la auditación.
NOTA ADICIONAL DE
HORACIO VELMONT
El E-Metro, al ser
un aparato que registra la carga negativa (engrámica) acumulada en
las células del paciente, sirve de ayuda al terapeuta para saber
cuándo dicha carga fue eliminada (la aguja del cuadrante flota).
Al psiquiatra
forense también le sería útil para determinar el grado de
imputabilidad del acusado, pues la aguja mencionada, según su
posición en el cuadrante, indica con toda precisión el quantum de
reducción analítica que tenía aquél al cometer el delito.
Esto es posible
porque el organismo humano está inherentemente estructurado para que
todos los actos hostiles que cometa en contra de sus semejantes
también se graben a nivel celular (mente reactiva) como carga
dañina.
Esto hace caer
definitivamente, por superflua, cualquier idea de un “Dios
castigador”. Los actos hostiles pueden ser borrados de la mente
reactiva y la persona liberarse de las angustias que lo agobian. La
confesión que practican algunas iglesias de sus fieles no es más
que una versión mixtificada por ignorancia de la verdadera técnica.
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