EL ORIGEN OCULTO
DE LOS FANATISMOS
Hasta que L. Ronald
Hubbard no descubrió la ciencia de la mente, a la que llamó
Dianética y que difundió en su libro “Dianética, la ciencia
moderna de la salud mental”, no se supo la verdadera razón de que
el hombre actuara en algunas ocasiones de manera tan extraña.
Cuando hablo de
conducta extraña me refiero a todas las conductas aberrantes, desde
comerse las uñas hasta matar a alguien para luego comérselo, y lo
que sobra ponerlo en la heladera.
En el medio de estos
dos ejemplos se pueden poner infinidad de aberraciones de distinto
grado y que la Psiquiatría se ha ocupado de enumerar tan
diligentemente, aunque sin nunca explicar la razón de su origen.
El fanatismo en
seguir a una determinada figura, sea artística, política o de
cualquier índole, entra en esta categoría.
¿Pero qué es lo
que provoca una conducta semejante, donde la razón está
manifiestamente ausente?
La respuesta está
en la mente reactiva, la segunda mente del hombre, siendo la primera,
por supuesto, la mente analítica o consciente.
Si el hombre actuara
siempre analíticamente, jamás se verían esas conductas extrañas
porque su conducta sería racional.
La mente reactiva es
un mecanismo de supervivencia que se activa automáticamente en el
momento en el que la mente analítica se desconecta, por ejemplo a
causa de un golpe. Y graba todo lo que sucede mientras dura la
inconsciencia. La persona, así, tiene en su mente, como protección
futura, ese hecho contrasupervivencia.
La mente reactiva no
graba recuerdos sino engramas, los cuales operan como órdenes
hipnóticas.
Si cuando una
persona se cae de una escalera, se desmaya por el golpe y alguien a
su lado le reprocha enojado sin saber de la grabación: “¡Siempre
te estás cayendo, nunca aprenderás!”, ella tendrá incoporada en
su mente reactiva la orden hipnótica de caerse siempre y también de
nunca aprender. ¡Un verdadero engrama de lujo!
Quien haya leído
hasta aquí ya se habrá dado cuenta hacia donde apuntamos: el
fanatismo también surge de los engramas que una persona tenga en su
mente reactiva. El caso más aberrante es el del quirófano, donde no
solo los cirujanos y enfermeras al hablar le implantan al paciente
engramas, sino que éstos se hacen más compulsivos a causa del
dolor.
Imaginemos que
durante una operación rutinaria uno de los cirujanos dice: “yo
siempre acudo a todos los actos”. Quizás el cirujano se refería a
los actos en la escuela de su hijo, pero como la mente reactiva es
irracional e impredecible, puede “interpretar” que tiene que
acudir a los actos de tal o cual líder político.
Donde hay fanatismo,
sea por la ex presidenta Cristina Fernández o por el de cualquier
otro político, artista o futbolista, siempre estará presente la
dramatización de engramas.
El Electropsicómetro
puede medir con exactitud el grado de conciencia
que tenía un
militante al concurrir a un acto político, por ejemplo.
A tal punto esto es
un hecho científico que si se pudiera eliminar de cuajo el contenido
engrámico de la mente reactiva de todos los concurrentes a un acto,
la gran mayoría de ellos diría con espanto: “¿Por Dios, qué
estoy haciendo aquí con todos estos dementes?”.
Serían muy pocos,
quizás contados con los dedos de una mano, los concurrentes que han
acudido después de evaluar analíticamente su presencia, porque casi
todos fueron al acto como autómatas, sin darse cuenta de que estaban
impulsados por una máquina, ya que la mente reactiva es precisamente
una máquina.
Todos los líderes
políticos utilizan aquellas frases en sus discursos que saben que
enfervorizan a las masas. En el caso de Cristina, por ejemplo, entre
otros, utilizaba el famoso “Patria o buitres”, claro está que
sin importarle que cuanto más se tardaba en arreglar lo inevitable,
ya que había sentencia firme del juez Griesa sobre el caso, el país
se endeudaba superlativamente. De más está decir que entre sus
cálculos estaba el de dejarle “el paquete” al gobierno que le
sucediera en caso de perder la elección, como finalmente sucedió.
Quizás lo más
curioso de la dramatización de engramas es la justificación que dan
sobre su conducta quienes la realizan. Ninguno de ellos va a decir,
porque además no son conscientes de lo que sucede, que sus conductas
son aberradas porque tienen engramas en su mente reactiva que los
impulsan a conducirse así.
Vale mencionar aquí
como ejemplo de “pensamiento justificado” al famoso estigmatizado
Giorgio Bongiovanni. Los estigmas no son más que un vulgar trastorno
mental engrámico, incluso fácilmente provocables mediante la
hipnosis. Pero Giorgio no diría jamás tal cosa, sino que lo
justificaría, como en realidad lo hace, diciendo que son señales
sagradas y por eso se conduce como alguien bendecido por Dios. ¿A
quién se le puede ocurrir que Dios le puede provocar tales
asquerosidades?
En las pruebas de
laboratorio que se hicieron con los engramas mediante la hipnosis se
descubrió que éstos tenían un inmenso poder, a tal punto que si se
le descubría en alguno de ellos el restimulador se podía hacer
conducir a la persona como si fuera un demente. Es más, con cada
restimulación la fuerza compulsiva del engrama era mayor.
Pero lo peor de
todo, a mi juicio, es la creencia errónea de los líderes de que sus
partidarios los siguen porque los aman, cuando en realidad son todos
autómatas impulsados por su mente reactiva, en definitiva
dramatizaciones engrámicas.
Cuanto más demagogo
sea un líder, más probabilidad existe de que sus partidarios al
acompañarlo solo estén dramatizando engramas. Uno de los mayores
ejemplos de esto fue, sin duda, el general Perón, cuya demagogia fue
proverbial.
Para finalizar,
hacemos hincapié en que la pregunta del título queda respondida: el
mono no siempre baila por la plata, sino también, y en la mayor
parte de los casos, por sus engramas. ¿Se entiende?
COMENTARIO ADICIONAL
DE HORACIO VELMONT
Para comprender
mejor las explicaciones precedentes basta comparar la adhesión que
recibe Mauricio Macri con la que recibe Cristina Fernández. Quienes
acompañan al primero, que no utiliza la demagogia para atraer
partidarios, son manifiestamente más racionales que los que
acompañan a Cristina, que en estas lides de “enroscar la víbora”
es experta… ¿o alguien lo duda?
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